Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

47 страница из 166

–Huarocondo –lo ayudó Cinthia, sonriente–. Ahorita bajo para que me acompañes a almorzar.

Minutos después, Julius entró por primera vez en la sección servidumbre del palacio. Miraba hacia todos lados: todo era más chiquito, más ordinario, menos bonito, feo también, todo disminuía por ahí. De repente escuchó la voz de Celso, pasa, y recordó que lo había venido siguiendo, pero solo al ver la cama de fierro marrón y frío comprendió que se hallaba en un dormi­torio. Estaba oliendo pésimo cuando el mayordomo le dijo:

–Esa es la caja –señalándole la mesita redonda.

–¿Cuál? –preguntó Julius, mirando bien la mesita.

–Esa, pues.

Julius vio la que no podía ser. «¿Cuál?», volvió a preguntar, co­mo quien busca algo en la punta de su nariz y espera que le di­gan ¿no ves?, ¡esa!, ¡ahí!, ¡en la punta de tus narices!

–Ciego estás, Julius; esta es.

Celso se inclinó para recoger la lata de galletas de encima de la me­sa, se la alcanzó. Julius la cogió por la tapa, mal, se le destapó la la­ta: un montón de billetes y monedas sucias le cayeron sobre el pantalón y se regaron por el suelo.

Правообладателям