Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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El jardín estaba plagado de niños y amas; niños de seis y siete, ocho años, ninguno de cinco como Julius. Muchos llevaban vestidito blanco con chaquetita perfecta, sin solapa, y camisita de popelina con su cuellazo bien almidonado del cual colgaba una corbatita fina, celeste, roja o verde como la de los toreros. Ninguno tenía ac­né todavía y todos estaban felices, listos para empezar a jugar, sin acercarse mucho a la piscina, niñito, sin arrojarle piedras a los peces co­lorados de la lagunita. Julius, Cin­thia y Vil­ma formaban un trío bien cogido de la mano y como esperando.

También Rafaelito, que hoy cumplía ocho años, estaba esperando; los estaba esperando arriba del árbol pero ellos no lo habían visto y no supieron a qué atenerse cuando empezó la lluvia de terrones, los disparos, los trozos de tierra húmeda que les caían por todo el cuer­po con violencia y buena puntería. Gritería, risas y quejidos mien­tras Vilma los envolvía con sus brazos y trataba de esconderlos entre sus piernas, como fuera con el uniforme, y llamaba ¡señora!, ¡señora!, hasta que vino la señora y todo se detuvo cuando empezó a ordenar: ¡que bajara Rafaelito!, ¡que bajara en ese mismo instante!, ¡que era insoportable!, ¡que no sabía portarse con sus primitos!, ¡que entonces para qué los invitaba!, ¡que el año entrante no le celebrarían el santo!... así, dramáticamente hasta que Rafaelito empezó a bajar lenta, sonriente, triunfalmente, las manos embarradas y un taparrabo tipo Tarzán sobre el traje de santo.

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