Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Y Cinthia le siguió contando: le dijo que se casaron y que se fueron a vivir a San Miguel, una casa que todavía existe, en San Miguel, linda, blanquita, como si fuera de muñecas. Ahí vivían pero ella siempre en cama; ella no podía levantarse, tenía mucha tos, mu­cha tos, no paraba de toser. Y el tío abuelo no cui­daba los negocios, siempre estaba a su lado y siempre le pedía que le tocara el piano, le había regalado un piano lindo cuando se casaron. Tres meses solo vi­vió, Julius. Una mañana él le pidió que le tocara el piano, todos los días le pedía pero ella no podía levantarse, solo ese día se levantó y empezó a tocar lindo y entonces fue que empezó a toser y que se quedó muerta tocando piano. «Ahí se acaba la historia», le dijo Cin­thia, pero Julius le hi­zo to­da­­vía algunas preguntas y ella le contó que después él se ca­só con nuestra tía abuela y que no vivió mucho tiempo por­que su primera esposa, la pianista, lo había contagiado. Fue el hijo mayor del Presidente y tío carnal de papi, pero murió mucho antes de que papi naciera. Por eso papi se asustaba tanto cuando alguno de nosotros tenía tos. Se quedaron pensativos: los dos se habían sentado sobre el banquito del piano y habían abierto la ta­­pa. Sus cuatro manitas ligeras y finas descansaban dudosas sobre las teclas de marfil que los Lastarria, por supuesto, ni tocaban.

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