Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Por supuesto que también había velitas que apagar, aunque Ra­faelito hubiera preferido que pasaran todo eso por alto esta vez porque, a su lado, Martín estaba mirando todo el asunto ma­­­ton-cito y escéptico; pero Víctor no se hubiera perdido la oportunidad por na­­­da de este mundo y ahí estaba encendiendo todas las velitas con un solo fósforo, Vilma sentía que ya se iba a quemar el dedo, pero no, no aunque velita del diablo préndete, se prendió y por fin pu­do hacer lo que tanto había querido: alzar el fósforo un poco en el aire y que todos lo vieran apagarlo con los dedos, Vilma se quemó.

–¡Que partan la torta! –gritó Martín.

–No te digo, ese es.

Así Susana Lastarria iba comentando todo lo que pasaba con su hermana Chela, que había venido a ayudarla a controlar a tanta fie­recilla. Y tanta fierecilla comía ahora su torta, cake is the name, que era imposible terminar con todo lo de es hijo de fu­lanito, de men­ganito, el diputado, tan buenmozo como era, últimamente ha enve­jecido mucho, igualito a su mamá, como dos gotas de agua. ¿Su­san?, pobre Susan, no creas que lo pasa tan mal, yo la he visto con él, y por qué no si es viuda, hace tres años ya...

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