Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Alzó los brazos como si lo fueran a fusilar, pero era para que su partenaire le sacara la capa. Ya había puesto el sombrero tarro y el maletín de cuero negro sobre la mesa y ahora se parecía menos a Drácula, para tranquilidad de Julius y de muchos otros que lo seguían atentamente con los ojos y con la boca abier­ta. Cinthia le dio un codazo a su hermano «no te olvides, Julius, ¿te acuerdas de to­do?», parece que Vilma también participaba del secreto. Pero en ese instante llegaba Víctor donde el mago con el vaso de agua, que lo de­jara ahí nomás, sobre la mesa, y pudo comprobar que no era tan blanco, se talquea el rosquete y se maquilla, dejó el vaso y le mentó la madre con los ojos. Ahora sí ya iba a empezar la función.

Iba a empezar, porque en ese instante llegó el señor Lastarria, el padre de Rafaelito y el mago se derritió. Entró el señor Las­ta­rria, Juan Lastarria, y avanzó para saludar una vez más a su esposa, hacía diecisiete años que la saludaba una vez más. El mago lo miraba, lo admiraba y esperaba que, con los ojos, lo autorizara a correr y saludar. Ese era el señor Lastarria, digno de admiración, ese que ahora lo estaba mirando, ya podía venir y saludar, ese cu­ya mano estrechaba ahora feliz, sobón, y que por supuesto no le besó la mano a su partenaire, a su mujer.

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