Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

73 страница из 166

Pero para el mago el asunto era distinto; él ya no captaba tanta sutileza, cuestión de centavos más bien para él; él sí que admiraba al señor Lastarria y por eso maldecía haber pedido el vaso de agua, mal­dito el momento en que lo pidió, seguro que ahora no le invitaban un escoch. Ya los traía el mayordomo, él los contó mentalmente, rá­pidamente los distribuyó, para algo era mago: no, no había uno pa­ra él, ya iba cogiendo cada uno el suyo, el señor Lastarria también, ya le tocaba empezar con su show.

Juan Lastarria acomodó la duquesa a su lado, sorbió un trago de whisky y mirándola de refilón, dio la orden de que empezaran con todo eso. Susan también lo miró: el primo Juan, ¡qué feliz estaba!, sus pechitos regordetes bajo la camisa de seda, la pancita que tanto hacían entre él y el sastre para esconder, la pa­radita insoportable con la mano entre los botones del saco, el bigotito recto sobre el la­bio, aprendido en sabe Dios qué cabaret (no olvidaría nunca cuando Santiago, su esposo, dijo que era la distancia más corta entre sus dos cachetes), la planchada de cabellos tipo magnate griego-argentino, por ejemplo, los anteo­jazos de sol todo el año, cursilón el primo; era la imagen que se le había grabado y que la espantaba, pobre primo... La risa de los niños atrajo su atención: el mago ya había empezado.

Правообладателям