Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Y no solo había empezado sino que ya había sacado una barbaridad de huevos de un sombrero, y todavía sacó uno más y uno más, en realidad continuaba sacando huevos como esas tías viejas y pintarrajeadas que uno tiene, solteronas románticas, uno cree que ya jamás podrán tener otro novio y ¡zas!, se te presentan un día en casa con unos dulcecitos, para ti hijito, y otro novio más, un italiano, esta vez. Hasta Martín se quedó cojudo con la cantidad de huevos y todo el mundo aplaudió. El mago agradeció, hizo una venia, y señaló a su partenaire para que también la aplaudieran un poquito. En verdad los aplausos disminuyeron mucho porque la mujer lo único que hacía era ir guardando todo lo que el mago sacaba del sombrero, o de los puños del saco, o de la boca, o de la solapa, o del bolsillo interior del saco; era endemoniado el tipo, ahora acababa de sacarse tres palomas al hilo de un bolsillo en que no había nada. Por supuesto que no faltó quien tuviera un jebecito por ahí, quien se fabricara una hondita por ahí, nadie confesó haberlo hecho pero nada le gustó al mago cuando casi le liquidan una de las palomas del negocio.