Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Cuando llegó el mago, el partido ya había terminado. Todos sabemos que ganó el equipo de Martín. Dos a cero: un taponazo de Pipo en el estómago del arquero (cayó dentro del arco), y un puntazo de Martín que hizo añicos una ventana del castillo. Ahora ya oscurecía y las amas les estaban limpiando las caras sudorosas con toallitas húmedas y tibias, ¡cómo te has ensuciado la ropa, niñito, por Dios!, con verdadera habilidad los iban dejando nuevecitos porque ya no tardaba en comenzar la función: este año, en vez de cine, mago.
Los sentaron en silletitas alineadas en el inmenso hall del castillo. En la cabecera de la tercera fila estaban Cinthia, Julius y Vilma, de pie, a un lado. Desde el fondo, Víctor la contemplaba por encima de las cabecitas de unos cincuenta niños y de las cabezotas de unas quince amas que habían logrado sentarse; las demás estaban de pie, recostadas en las paredes. En primera fila, al centro, Rafaelito, Pipo y Martín, este último diciendo que todo era puro truco (el mago aún no había asomado por el hall), y al extremo, las hermanas Chela y Susana, Susana odiando a Martín: «¡Eso sí que no! ¡Siéntese!». Martín trataba de organizar una barra para recibir al mago: ¡truco!, ¡truco!, ¡truco! Mocoso retaco insolente.