Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Por ahí ya habían buscado, por ahí también, en realidad habían buscado por todos los bajos de la casa y había que probar los altos porque en el jardín no quedaba nadie. «Víctor», ordenó la tía Susana: «acompañe a Vilma a los altos y avíseme en cuanto los encuentren». Y por eso los dos subieron juntos y anduvieron silenciosos por austeros dormitorios, por baños en cuyas tinas podía uno quedarse a vivir, por corredores que atravesaban gritando ¡Julius!, ¡Julius!, ¡Cintita!, por salas de estudio en las que tampoco estaban, por una escalera de servicio en la que Víctor intentó una ciriadita, pero no; no, porque Vilma estaba llorosa, asustada, lejana y ahora algo menos extraviada, como si toda esa parte de la casa le fuera más familiar, esas losetas frías de patio, estaban en la parte de la servidumbre y ella continuaba llamándolos hasta que escuchó aquí estamos, la vocecita de Cinthia que salía del baño de servicio.
–¡Dónde se han metido! –exclamó Vilma, al verlos.
–Este baño no tiene tina, Vilma –comentó Julius.