Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Y era guapo el cholo, medio blancón y todo. Probablemente ya habían llegado todos al santo y ya no tenía que esperar para abrir la puerta cada vez que sonaba el timbre. Ya todos estaban allí, en el jardín y el santo se desarrollaba normalmente. Víctor (así se llamaba este pretendiente de Vilma) atravesaba el jardín y sabía que Vilma lo estaba mirando: atravesaba con el aplomo que le daban sus años de servicio en esa casa y, en azafate de plata, iba haciendo circular los vasitos de cartón aporcelanado con la Coca-Cola y la chicha morada heladitas. Los niños se servían o sus amas les servían y muchos, por supuesto que Pipo y Rafaelito, esas mierdas, sacaban cañitas del bolsillo y a través de ellas le soplaban el líquido frío a su amiguito, en el ojo, por ejemplo. Las amas acudían presurosas y separaban a los contendores, pero Víctor, acostumbrado a todo eso por sus años de servicio, no perdía el aplomo y continuaba sirviendo, de lado a lado del jardín, sin derramar, esquivando, airoso, engominado, sabía que Vilma lo estaba mirando.