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—La guerra ya ha sido declarada –susurró una voz perdida entre la multitud.
—Disculpen la interrupción –exclamó un hombre canoso y delgado que trabajaba como escriba–. ¿Acaso no perteneció Avon a la misma orden que Maki en un tiempo pasado? Si es verdad que alguna vez viajaron juntos, que hable y nos narre las flaquezas de nuestro enemigo.
—¡Ya he desmentido aquella falacia en diversas oportunidades! –replicó Avon, beligerante–. No pertenecí nunca a la misma orden que él. De ser eso cierto, no se me habría aceptado dentro de este clan y mucho menos otorgado un cargo como el que poseo.
—La posición que ostentas te la has ganado en buena ley, querido Avon. Con disciplina y lealtad –lo respaldó Baris al momento que ponía una mano sobre su hombro e intentaba tranquilizarlo.
—Muchas gracias, mi señor –repuso este–. Volviendo a Maki, no creo que tenga una debilidad fulminante como la que esperan. Es un ser de naturaleza isotrópica y perfeccionista. Si en los días de antaño tuvo alguna flaqueza, estoy seguro de que a estas alturas ya la debe corregido. Y, en caso de que aún la poseyese, yo no tendría forma de saber algo al respecto. Porque a diferencia de lo que muchos por aquí creen, el único contacto que tuve con él fue el hecho de que estudiamos en la misma academia por un breve período de tiempo. Nunca pertenecimos a una misma orden o clan, ni fuimos amigos. En aquellos tiempos yo era muy joven y él poco interés mostraba por los novicios. Además, estudiábamos cosas muy distintas. Yo estaba dando mis primeros pasos en el conocimiento de las lenguas naturales y él solo se había involucrado en aquella institución porque estaba interesado en la alquimia sílica.