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—Para los que se preguntan, –explicó Cruth, el joven druida– la alquimia sílica es una disciplina que estudia la fabricación y manipulación de cristales de silicio.

—Exactamente –asintió Avon, más calmado–, siempre se ha dicho que los hechiceros mediocres se limitan a replicar y orientar fenómenos naturales. Mientras que los más versados son aquellos que consiguen dominar los elementos. Maki amaestró el silicio en apenas una temporada y media.

—¡Antológico! –exclamó Cruth meneando la cabeza–. Eso es talento, puro y duro.

—Todos los elementos pueden ser amaestrados a excepción de, por supuesto, el carbono –acotó Baris–, pero la velocidad y la eficiencia con la que Maki es capaz de someterlos es el reflejo de un talento especial.

—Una vez que alcanzó su objetivo, Maki se marchó –concluyó su narración Avon– y nunca más volví a verlo. No llegamos a trabar amistad.

—¿Qué tipo de hombre era? –preguntó una de las mujeres.

—Un megalómano y un déspota. Detestado por su arrogancia. Pero admirado por sus inmensas condiciones.


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