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—¡Y yo! –se sumó Leto, alzando el puño.
—¡Esto es inaudito! –vociferó Avon–. El rey y el primer druida llegan a una conclusión y ustedes se atreven a rechazarla. ¡Están olvidando su lugar! No lucharán contra Maki. Acatarán las órdenes de sus superiores o serán castigados.
—No –replicó Sedian al momento que desenvainaba sus espadas, La Fría y La Divina.
Ante aquella inesperada respuesta, todos los druidas se pusieron de pie de un salto. Vricio también se reincorporó y se paró junto a Sedian.
—Entonces morirán aquí –dijo Avon mientras su rostro se oscurecía y sus manos comenzaban a danzar por el aire y coloridas luces a brillar entre sus dedos. A diferencia de sus análogos de otras latitudes, los druidas del Clan de las Cenizas nunca habían dejado de cultivar su poder destructivo. Eran, además de estudiosos de la naturaleza, poderosos arcanístas.
—Tendrás que respaldar esas palabras –susurró Sedian mientras se abalanzaba sobre el druida.
La audiencia ahogó un gritó. Pero la colisión entre Avon y la sombra de la libélula no se concretó. Owen la evitó dando un salto hacia adelante y posicionándose entre los dos.