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Su relación siempre había sido difícil. Quizás por sus tajantes diferencias, o quizás por sus axiomáticas similitudes. Ambos eran muy respetados y considerados los guerreros más diestros de Eirian. Orgullosos, parcos y de caracteres difíciles. Primogénitos de leyendas. Con el pasar de los años entre los dos se había trazado una rivalidad antológica.
Vricio era arrogante y severo, siempre con el pecho inflado y la frente en alto. La clase de hombre que hace temblar el suelo bajo sus pies, no por nada lo apodaban el centauro del norte. Pero a pesar de su prepotencia, también exhibía nobleza. Era leal a sus amigos y respetuoso de los ancianos y las tradiciones druidas, incluso a pesar de considerarse agnóstico. Solía participar en bailes y fiestas, y era muy popular entre las damas, casi todas las mujeres del reino habían tenido a este magnífico berserker durmiendo en su lecho. Vricio era un guerrero que los niños, jugando sobre las calles de tierra y blandiendo sus inofensivas espadas de madera, imaginaban encarnar.