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En aquella ocasión se les había sumado Buxo, un guerrero joven y de corazón ardiente, primo de Cruth y buen amigo de Vricio. Similar a este último en algunos aspectos, aunque de condiciones bélicas sensiblemente inferiores.

A pesar de que tanto Avon como Sedian habían estado en desacuerdo con su participación, tras el visto bueno de Baris, quien consideraba que sería positivo para el novicio codearse con guerreros expertos, no les quedó más remedio que aceptarlo dentro de la misión.

Tres días y sus respectivas noches tardaron los nórdicos en dar con la bestia que se les había ordenado eliminar. La tarea no fue sencilla. Habiendo caído ya las primeras nieves del otoño, el suelo se hallaba tapizado en blanco. Seguir huellas se les hizo imposible. Pero los eirianos contaban con una infinidad de recursos a la hora de moverse por los bosques. La rastrearon guiándose por sus instintos y conocimientos. Silenciosos y abocados, los tres guerreros no dejaron escapar detalle: ni marcas en los árboles ni el nerviosismo de los animales ni siquiera un aroma fuera de lugar. Intentaron predecir sus movimientos, y lo consiguieron. Poco antes de la madrugada del cuarto día, encontraron a la criatura.


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