Читать книгу Las plegarias de los árboles онлайн
51 страница из 88
—¡Adelante! –gritó Vricio–. La bestia está vencida. No le den respiro. ¡Ataquen su corazón!
Cuando todo parecía estar dicho, y las fuerzas del monstruo ya habían comenzado a flaquear, algo terrible ocurrió. Fruto de la inexperiencia y la arrogancia, Buxo se dispuso llevar a cabo una maniobra arriesgada. Se adelantó más de lo debido e intentó golpear al insecto con un giro invertido de su espada. Técnica osada, más valiosa por su función estética que por su capacidad de producir daño. El encuentro entre el acero y la armadura orgánica se consumó de forma imprecisa. En consecuencia, el arma salió disparada de sus manos, dejando al guerrero a completa merced de la bestia, la cual lo atacó sus filosas extremidades. La única razón por la que Buxo no murió aquel día fue porque Vricio, exponiendo su propia integridad, saltó sobre su amigo y lo protegió. El corpulento guerrero consiguió, con un movimiento defensivo de su espada, asegurar la supervivencia de su compañero. Pero no sin que una de las tenazas le atravesase el bajo vientre. Haciendo caso omiso al punzante dolor, y demostrando una fortaleza metahumana, Vricio se reincorporó y enarboló su mandoble claymore. Con un primer golpe amputó el brazo que lo había alcanzado, con un segundo cercenó los cuernos de la insectívora cabeza, y por último, enterró la hoja de su arma en la caja torácica de la criatura. La antropomórfica bestia chilló de dolor y se desplomó. El berserker, no sin antes haber sujetado a Buxo, dio un salto hacia atrás. Ni bien estuvo fuera del alcance del enemigo, arrancó de su cuerpo los filos que lo habían penetrado. La bestia, con un supremo esfuerzo, se puso de pie nuevamente. Estaba mortalmente herida, pero sabía que la única oportunidad de victoria yacía en poder eliminar a Buxo y Vricio en aquel momento de vulnerabilidad. Por lo que intentó ir tras ellos. Pero no le fue posible. Sedian dio un salto y posicionó su humanidad entre el insecto y sus compañeros, proveyéndoles una vía de escape. Luego, flexionó las piernas y preparó su ofensiva. Pero cuando alzó la vista descubrió que la bestia se había desplomado nuevamente, sin siquiera él la hubiese tocado. El golpe de gracia había sido la desesperanza de darse cuenta de que, al escapar Vricio y Buxo, su única oportunidad de victoria se había esfumado. La batalla había concluido.