Читать книгу Las plegarias de los árboles онлайн
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Tras haber hablado, el campeón se alejó por última vez. Sedian permaneció un largo rato inmóvil. Finalmente torció el cuello y volcó su atención sobre las espadas. Aún era un niño para muchas cosas, como el frío o el amor, pero ya era lo suficientemente hombre como para haber comprendido a la perfección las palabras de Nial. El joven príncipe se puso de pie lentamente y contempló las armas en absoluto silencio. Eran bellas como nada que hubiese visto antes. Se hallaba frente a una encrucijada de la cual no habría retorno, y era plenamente consciente de ello. Si las empuñaba en ese momento, ya nunca podría librarse de ellas ni del camino del guerrero. Desde la lejanía, su madre lo observaba. Ella no intervendría. Era él quien debía tomar la decisión: seguir la senda de su padre, o caminar otros rumbos, más pacíficos e insípidos. La luz del naciente sol impactaba contra los filos de las armas generando un espectáculo digno de un fresco. Sedian clavó su mirada en el verde perpetuo. Luego, arrancó las espadas de la tierra, la tierra que ahora estaría por siempre condenado a defender.