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—Cantinero –alzó la voz Leto, el único que aún no había bebido, al momento que levantaba su botella de vino–, ¿podría pedirle que por favor me cambie esta botella por una de Ensueño de Hada?

El cantinero lo miró extrañado.

—Ese vino que sostienes en tus manos es de lo mejor de mi despensa –dijo–, normalmente lo vendería a tres monedas de oro. Ensueño de Hada es un vino mediocre.

—Lo sé muy bien, amigo –replicó el bardo.

—¿Y aun así deseas que te lo cambie?

—Sí. Por favor.

—Como gustes –replicó el cantinero con tono cínico al momento que arrancaba la botella de las manos del bardo. Unos momentos después volvió con la bebida inferior. Leto sintió que las miradas de sus compañeros lo acosaban, incapaces de entender sus acciones. ¿Por qué prefería la mediocridad sobre la excelencia?

—Uno debe tener cuidado con el buen vino –dijo, sonriente, al momento que le daba el primer sorbo a su Ensueño de Hada–. Una vez que se paladea la excelencia, nada inferior te satisfará. El buen vino es mezquino, costoso y esquivo para los hombres del bosque y el laúd, como yo. No serán muchas las situaciones en las que accedas a él, beberlo significaría arruinar el disfrute de todos los otros alcoholes. Yo prefiero quedarme con los vinos mundanos, porque siguen siendo dulces y suaves, y siempre están prestos a llenar tu copa.


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