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—Déjame decirte que todos esperamos mucho de ti –agregó Tarla.
—Sedian –se pronunció Leto con voz serena–, de más está decir que todos aquí te respetamos y seguiremos a la guerra. Pero necesitamos algún tipo de liderazgo de tu parte, o al menos una participación más activa, tú encabezas esta misión. Eres nuestro campeón.
Sedian se inclinó hacia delante, apartó su vaso de agua con el revés de una mano carente de anillos, y cruzó los brazos sobre la mesa. Él jamás bebía alcohol.
—Mi alma y mis espadas están atadas a la causa –dijo– pero temo que en lo que a liderazgo se refiere, no podré ser de gran ayuda.
—¿A qué te refieres? –le preguntó Eric–. Pocos hombres en Eirian saben más de la guerra que tú. Has combatido en innumerables batallas y conoces cada pasaje del Libro de los cuatro escudos y la lanza. Tienes todo lo necesario para guiarnos a la guerra.
—Mis conocimientos bélicos son de otra naturaleza.
—Compañero –intervino nuevamente Leto–, tus palabras no están siendo claras. Por favor, explícate.