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En el escenario de las plataformas on line, el «transportista» –prestador de servicios subyacente– ofrece sus servicios a través de plataformas on line, a las que el cliente –usuario– accede para contratar los mencionados servicios. En ocasiones, el ofrecimiento no se realiza por empresas de transporte –usuarios profesionales–, sino por particulares, que ponen a disposición de otros pares sus vehículos para realizar un determinado desplazamiento, compartiendo los costes reales del mismo, sin obtener beneficios adicionales (economía colaborativa en sentido estricto, consumer to consumer, cuyo ejemplo típico podría ser BlablaCar). En otras, dicho ofrecimiento se realiza por sujetos que, en el marco de una actividad empresarial, con ánimo de obtener beneficios, ofrecen sus vehículos, con conductor, para el desplazamiento de los usuarios que lo deseen, usando para ello el website de las mencionadas plataformas (economía colaborativa en sentido amplio, business to consumer, respondiendo al modelo de Uber-Pop). Ni que decir tiene que la economía colaborativa en sentido estricto ha sido una fugaz o inexistente fase previa a los desarrollos empresariales que llamamos sentido amplio. Ha sido más una nostalgia de la inexistente arcadia que una realidad económica.

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