Читать книгу Violencia de género: retos pendientes y nuevos desafíos онлайн

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Así pues, tras lo anteriormente expuesto, podemos presentar una evidente, aunque artificiosa, separación entre la mujer como sujeto en sí mismo y como venter. Durante este periodo de tiempo se separará a la mujer gestante –continente–, del contenido, y la curatela se superpondrá, mientras dure el embarazo, a la tutela femenina que, no obstante, rige antes y rige después del mismo. Por un lado, se trata de proteger al nasciturus y, por otro, la esperanza sucesoria del padre –spes patris–, o del resto de interesados. De este modo, la intervención, ajena muchas veces a la voluntad de la gestante, hace basar su justificación en los siguientes aspectos: el interés del concebido que se espera nazca con las características debidas, el asegurar los legados y, dentro de esta esfera, salvaguardar de posibles daños al patrimonio familiarssss1.

Y precisamente como venter, otro de los ejemplos evidentes de intromisión reproductiva era la práctica habitual que en Roma se hacía de cesión del mismo. Así, este continente gestante hacía las veces de creador de lazos de unión entre familias, y alteraba de modo plausible el devenir de dichos patrimonios. La implantación de esta práctica social se debía a que, en muchas ocasiones, el paterfamilias ya contaba con un número sufi-ciente de hijos por lo que entendía que otro podía necesitarlo más que él. Así, entendía que su mujer, como venter –ya gestando o por gestar–, podía resultar de mayor utilidad en el seno de otra familia. De este modo, y para ajustarse a la legitimidad de las filiaciones, el matrimonio se disolvía para que la mujer pudiera contraer nupcias con el deseoso del hijo, pudiendo, posteriormente, hacer lo mismo para volver a contraer nupcias con el marido anterior. Hay que establecer, no obstante, en lo que se refiere a este punto concreto, que a diferencia de lo que ocurre actualmente con los conocidos vulgarmente como “vientres de alquiler”, se trataba de una cesión voluntaria en la que no existía merces o contraprestación económica alguna. Esta figura, aunque utilizada y aceptada socialmente, contó también con detractores, lo que, sin embargo, no impidió que continuara realizándose para garantizar el fin último del matrimonio y, por ende, de la matronassss1.

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