Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Pensó en Victoria y en sus dos hijos, Matías y Pedro Gastón. Incluso, uno de ellos había estado presente aquel 8 de enero en el balneario CR de Pinamar. Esa jornada, previo arreglo que había realizado Julieta, la secretaria de D’Alessio, Pedro Etchebest fue trasladado desde su casa hasta la vivienda del barrio Saint Thomas Este de la localidad de Canning, donde el hombre con contactos en todos los ámbitos los esperaba para emprender viaje. Por esos días, el espía, al ver que estaba algo escéptico a creer que podía tener acceso directo a la Causa Cuadernos y que uno de los arrepentidos podía nombrarlo si no abonaba una importante cantidad de dinero, lo llevó a la ciudad balnearia que elige la dirigencia política y judicial para descansar durante el estío. Y así iba a ver con sus propios ojos quiénes eran los contactos con los que se regodeaba.

Tanto el viaje de ida como de vuelta en la Range Rover, patente AB 908 FA, fueron grabados por Pedro Etchebest. El chacarero ponía su iPhone en modo avión para no recibir llamadas, apretaba rec y guardaba su móvil en el bolsillo. En el balneario CR de Pinamar, Matías, uno de sus dos hijos, estuvo en la confitería, tomó fotos del encuentro y hasta filmó unos segundos. En esas imágenes, que forman parte de la investigación judicial, se pudo ver al espía D’Alessio vistiendo una remera manga corta color amarillo pastel, pantalón blanco y zapatillas Nike grises. El fiscal Carlos Stornelli, que era la persona con quien se iba a reunir el espía, llevaba una remera y short negros y ojotas, y durante unos minutos de las más de tres horas que duró el encuentro estuvo Gustavo Adolfo Ruberto Sáenz Stiro, quien en ese entonces era intendente de Salta. El dirigente del norte argentino estaba vacacionando en el lugar, los reconoció a lo lejos y se acercó a saludarlos.

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