Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Sintió alivio por haber grabado cada segundo de las charlas que había mantenido desde el 31 de diciembre a la fecha. Pero no por ello dejó de temer por su vida y la de su familia. Estaba completamente seguro de que, si no hacía lo que le pedían, si no abonaba el dinero requerido, iba a terminar enterrado varios metros bajo tierra.

Durante el viaje al balneario de Pinamar el 8 de enero, el espía le había confesado que en algún momento del encuentro lo iba a llamar para que conociera al fiscal y así “cerrar el acuerdo”. Mientras aguardaba esa señal, Pedro Etchebest fue al baño del parador. A la salida de este estaban los dos personajes frente a sus ojos. D’Alessio los presentó:

“Este es el señor Pedro”, introdujo el hombre de contactos en todas partes.

“Mucho gusto, un placer”, dijo Stornelli y le extendió la mano.

El apretón de manos fue suficiente para dar por cerrado el pacto. La reverencia quedó grabada por las cámaras de seguridad. Luego de ello, D’Alessio y Etchebest emprendieron su regreso.

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