Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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A pesar de haber aportado toda la documentación que poseía, Etchebest seguía intranquilo. Incluso la angustia que lo había consumido los últimos días la sentía con más presencia en su ser. Sabía que, si D’Alessio se enteraba de la jugada que acababa de hacer, su vida podía terminar en un segundo. Por eso, sin pelos en la lengua, antes de retirarse del Juzgado les dijo con plena convicción, a Ramos Padilla y a Corbetta: “Tengo temor de que lo obliguen a Campillo a decir algo, pero también tengo temor que me quieran poner alguna cosa en mi casa, droga o algo. Porque D’Alessio refiere que él se dedica a eso, con gente que se dedica a eso, que ha plantado droga. Quiero dejar constancia de eso por si alguna vez me pasa algo (…) No sé qué hacer para resguardar a mi familia, a ver si le pasa algo. Si a mí me pasa algo, él es responsable, D’Alessio7.

Tras dicha confesión, Etchebest se retiró a paso firme y con la frente en alto. El juez y la fiscal se miraron a los ojos y percataron la sorpresa que percibían sus retinas. Habían quedado más que sorprendidos con lo ocurrido y no dejaban de preguntarse interiormente si todo lo relatado podía ser, efectivamente, verdad. La extorsión en curso había quedado evidenciada y la fiscal ya estaba pensando en las pruebas que iba a solicitar y en cómo iba a seguir.

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