Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Todo ese pesar recordó en el camino a Dolores aquel 28 de enero. En el asiento delantero de su auto había llevado una carpeta con 24 archivos digitales –capturas de pantalla y fotografías– y un pendrive con todas las amenazas grabadas y filmaciones que daban un total aproximado de 843 minutos. Alrededor de las 10 de la mañana de ese lunes, después de haber dado varias vueltas para encontrar el Juzgado Federal, Etchebest arribó a destino. Se presentó ante el policía que aparcaba en la entrada al lugar, subió las escaleras hacia el primer piso y, en la ventana de la mesa de entradas, se presentó ante la empleada de turno, quien le pidió que aguardase unos minutos. Sentado en uno de los bancos del lugar, esperó un poco más de una hora.

La mujer que lo había atendido golpeó la puerta del despacho de Ramos Padilla y le informó de su presencia. El juez estaba leyendo unas causas y dando giro a otras. Tomó nota del suceso y continuó con su labor. A las 11:30 horas, Pedro Etchebest Rodríguez estuvo por primera vez frente a Alejo Ramos Padilla. Titubeando ante cada palabra y secándose la transpiración de su rostro, le confesó que estaba siendo víctima de una extorsión, que tenía grabaciones y videos que lo corroboraban y que tenía un escrito para presentar.

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