Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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En ningún momento Pedro Etchebest Rodríguez compartió café con la dupla en cuestión, así como tampoco pudo escuchar la charla. Se limitó a ser un espectador del encuentro desde otra mesa. Ello le permitió observar la amistosa relación entre las partes; los veía sonreír y hablar fluidamente. En un determinado momento del encuentro, D’Alessio comenzó a tomar nota en una pequeña libreta marrón de símil cuero con la palabra “Orígenes” grabada sobre la tapa. A medida que las tazas de café y jugos de los dos hombres de poder se iban vaciando, Etchebest comprobó que nada de lo vivido era parte de un embuste, sino que era verosímil. Sus tan temidas presunciones se convirtieron en realidad.

Los primeros cuarenta minutos de la reunión que había comenzado a las 11 de la mañana fueron suficientes para comprender que, si no hacía algo, podía quedar preso de D’Alessio. Pasado ese tiempo, Etchebest fue al sector de la confitería que estaba al aire libre y se sentó en uno de los sillones de espaldas al mar. Pidió una gaseosa para saciar la sed que le producían los más de 30° de temperatura.

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