Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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El chacarero insistió varias veces en que no contaba con ese flujo de capital y D’Alessio le recordó que podía pedírselo a sus hijos. “Pueden vender algunas de sus propiedades”, le retrucó. El espía tenía conocimiento de cada uno de los integrantes de la familia Etchebest y de las actividades que realizaban.

Luego del encuentro en Pinamar hasta el día de la denuncia, el chacarero vivió una verdadera persecución y paranoia. Dormía un máximo de cinco horas. Tenía constantes jaquecas. Su humor había cambiado y estaba a la defensiva hasta con sus seres más cercanos. Casi que no salía de su casa, y si lo hacía, miraba en las esquinas de cada cuadra buscando figuras de humanos que nunca encontró. Cada vez que el espía le escribía o lo llamaba para extorsionarlo y recordarle que debía hacer su parte, este le pedía más tiempo y le rogaba comprensión ante la situación. Pero la paciencia de Marcelo Sebastián iba en detrimento y las intimidaciones en aumento hasta el punto de hacerle sentir a Pedro palpitaciones en exceso.

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