Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн
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La vuelta a Ciudad de Buenos Aires fue un martirio. Marcelo Sebastián le reiteró en varias oportunidades que había llegado el momento de hacer su parte: abonar U$300.000 para salir ileso de la situación. Le explicó que la cifra original era más alta, pero que uno de los motivos del encuentro había sido para negociar el monto. Según el espía, el número “300” lo había escrito el propio fiscal en la libreta “Orígenes” de símil cuero que este le mostró a Etchebest para que terminara de convencerse.
El pago incluía un porcentaje para D’Alessio por los servicios prestados, otro para Stornelli, quien le haría una “cortada de boleto”, y el resto iría a las arcas del señor juez de la causa, Claudio Bonadio. Era fundamental que todos quedaran contentos y satisfechos para que el arrepentido Juan Manuel Campillo, de la misma forma que supuestamente se había acordado de su existencia, se olvidara de él, y así Etchebest desaparecería de una causa, sin importar si era culpable o inocente de vaya a saber qué tipo de delito le podrían haber tipificado.