Читать книгу Espiados. Un agente: Marcelo D'Alessio. Un juez: Alejo Ramos Padilla. El poder argentino, en jaque онлайн

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Veinticuatro horas más tarde, el martes 29 de enero, Pedro Etchebest Rodríguez volvió a Dolores y ratificó cada palabra, acento, punto y coma que declaró. Lo acompañó su hijo Matías Albano Etchebest Rodríguez, a quien también le tomaron declaración. En la misma jornada la fiscal Corbetta dio curso y pidió la intervención del teléfono celular de Marcelo Sebastián D’Alessio. Envió un oficio a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), y Prefectura Naval Argentina se encargó de realizar una escucha directa. Con el correr de los días, en el Juzgado Federal de Dolores, pudieron constatar que D’Alessio hablaba con comisarios de la provincia de Buenos Aires, empresarios, empleados de la AFIP, de la justicia y de la política, entre otros. La intervención al celular dio resultados concretos y dejó entrever que la extorsión era uno de los varios delitos que realizaba.

En la declaración del hijo de Etchebest, Matías Albano, este detalló cómo vivió la mañana del 8 de enero, día en que vio por primera vez al fiscal federal Carlos Ernesto Stornelli y al espía Marcelo Sebastián D’Alessio en el parador de la ciudad balnearia. El joven arribó al lugar a las 10:20 de la mañana. Fue el primero en llegar. Tuvo tiempo para elegir una ubicación que le diera una visión panorámica de todas las mesas de la confitería. Había dos personas más, una de ellas tendría unos 50 años, pelo castaño oscuro, con barba candado y de 1,70 de altura que se retiró y volvió a la media hora aproximadamente. Era Gustavo Adolfo Ruberto Sáenz Stiro, el intendente salteño que formó parte, por unos minutos, del cónclave entre el espía y el fiscal.

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