Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн
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Sus habitantes son muy trabajadores y sociables, quizás por su sistema de vida. Son una pequeña comunidad en la que todo lo importante que les atañe se resuelve en asamblea. Quizás de ahí, de esa necesidad de hablar y comunicarse, es posible que hayan heredado esa sociabilidad que ofrecen al viajero o extraño que les visita. Están anclados en un tiempo que se ha parado, o que han parado ellos, porque recelan de lo que llamamos civilización. No quieren que aquel pequeño paraíso se llene de casas de segunda residencia o de hoteles que, a su vez, se llenarán de gente que empezará a tener otras necesidades y, como en una espiral de modernización, acabe fagocitando el sortilegio de aquel territorio. Y yo deseo que continúe así, aunque temo que dentro de dos o tres décadas la situación pueda cambiar.
Pero, de momento, todo está como lo conocí y como me enamoró hace seis años, cuando, por una concatenación de circunstancias, tuvimos que pasar aquí tres días. No sé si fue el destino o simplemente el azar, que tampoco sé muy bien cómo funciona. Lo único que sé es que aquellos tres días cambiaron por completo mi vida, porque me hicieron dar un salto en el vacío sin pensar siquiera en un paracaídas.