Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн
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No tengo familia directa. Nunca tuve el deseo ni la intención de casarme y mis relaciones de pareja no habían sido tan fuertes como para planteármelo. Mis padres y mis dos hermanos fallecieron hace algún tiempo y ni siquiera tengo sobrinos, por lo que mis vínculos más afectivos con la tierra en la que residía, aunque eran importantes, no tenían la suficiente entidad como para anclarme en aquel espacio geográfico. No tenía a nadie, excepto primos y amigos, a quienes, por supuesto, quiero y recuerdo, pero siempre había sentido en mi interior una llamada hacia lo desconocido, hacia otros lugares, que nunca había podido atender por las distintas circunstancias que me acompañaron durante toda mi vida. Pero en aquel momento, hace poco más de cinco años, sentí que ningún motivo especial me retenía allí y fui plenamente consciente de que era totalmente libre para volar si me apetecía hacerlo. Cuando digo «totalmente libre», me refiero a las obligaciones cotidianas del trabajo que tienes que llevar a cabo para poder tener un techo, un armario con ropa y una mesa con algo para comer. Sobrevivir a cambio de tu libertad, la física; porque la otra, la de las ideas, la de los sueños, tu libertad de pensar, esa es tuya siempre. No pueden robártela por mucho que lo intenten. Que lo intentan, ya lo creo que lo intentan, pero conmigo nunca lo lograron, porque mis sueños me convirtieron en una especie de superviviente en la maraña de la vida. Pero sí, físicamente, aunque ya en la cuarta etapa de mi existencia, me sentí libre.