Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн

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Recuerdo que sentí excitación, pero nunca sentí miedo. Tomé una decisión más intuitiva que razonada, pero hoy, varios años después, no solo no me arrepiento, sino que bendigo el momento en el que encontré este lugar, porque me ha descubierto y me ha hecho sentir una parte importante del misterio, el sortilegio y la magia que pueden experimentarse en esta vida.

Mi nerviosismo iba en aumento a medida que me iba acercando a mi destino. Tras el vuelo que me dejó en la capital del país, tomé otro vuelo hasta otra ciudad más pequeña, y desde allí, tras casi tres días de viaje, un autobús, el segundo, me dejó en la gasolinera de la carretera. Nadie más se apeó. Hablé con el mecánico, que, afortunadamente, aún me recordaba, y me llevó en su camioneta a la misma casa donde nos habíamos hospedado. Cuando les dije que quería vivir allí, en aquel pueblo, Víctor y María, los dueños de la casa, me miraron, a pesar de su sociabilidad, mitad extrañados, mitad recelosos. Pero cuando les convencí de que hablaba en serio me ayudaron en todo. Compré una especie de chamizo medio derruido en un extremo de la aldea y, por un precio bueno para la colectividad y asequible para mi economía por el cambio de la moneda, realizaron las obras necesarias para convertirlo en mi hogar. Una pequeña cocina, un aseo con ducha, un dormitorio y un salón con una pequeña chimenea, muy útil en algunas noches del otoño y en el invierno. ¿Quién necesita más?

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