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Sin embargo, sí que siento la necesidad de transmitir lo que he experimentado en estos cinco años, lo que he sentido al descubrir, poco a poco, otro mundo casi siempre invisible e inaccesible para el ser humano, pero que siempre, en mi interior, intuía que estaba ahí, rodeándome. Se puede sentir la vida, pero no la magia que transita por ella. Pero quien llega a sentir la energía de su hechizo, aunque sea una sola vez, nunca más volverá a ser la misma persona, ni volverá a sentir esa soledad que de vez en cuando nos invade, por muy acompañados o rodeados de gente que estemos.

Fue un proceso lento, turbulento e inquietante, porque poco a poco fui equilibrando mi inteligencia emocional y racional, removiendo muchas de mis creencias; porque fue como un proceso de iniciación que me preparó para mi contacto con otra dimensión de la realidad que, generalmente, no sabemos o no podemos ver.

EL ENCUENTRO


Aún no les he contado que en la aldea reside también una enigmática mujer, una especie de curandera que ejerce de médico y hasta de jueza-psicóloga, muy buena, por cierto. La aldea entera la respeta profundamente. En cuanto a la salud, no sé si será ella y sus remedios con las hierbas «curalotodo» o el clima del lugar. Lo único que he comprobado es que es rarísimo ver a alguien enfermo hasta el punto de hacer cama. Es una aldea sana y he constatado que el índice de vida es el más alto de todo el país.

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