Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн
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Me escuchó en silencio y, tras mi relato y una breve pausa, me miró y señaló con su mano el océano.
—Antes me has dicho que te gusta mucho el mar, pero que lo temes y te fascina. Ahora me gustaría que siguieses mis palabras, que te relajases. Intenta no pensar en nada, solo déjate llevar por mi voz… Concéntrate en la superficie del océano… Sumérgete en él… Permite que te lleven las olas… Siente su fuerza y su poder… Fúndete con el agua, siéntete agua… Tú eres agua… Tú eres las olas… Tú eres el océano… Tú eres su poder… Tú eres la vida…
Giré mi cabeza hacia ella y la miré con extrañeza, pero su mirada no era escudriñadora ni penetrante. Era una mirada serena y dulce, que me invitaba a seguir su voz. Sonrió y volvió a señalarme, allá abajo, el gran océano. Y me dejé llevar. Total, no tenía otra cosa que hacer. Tengo que decir que, sin mucho convencimiento, me dejé guiar por su voz, que repetía una y otra vez aquella letanía. Fijé la vista en un punto de aquel azul intenso. Después miré las olas que, una tras otra, acababan con más o menos ímpetu en la playita, para volver a mirar el océano, nuevamente las olas, la playa, el acantilado, hasta que poco a poco me fui serenando y dejando la vista fija en un solo punto. Intenté mentalmente sumergirme en el agua, me imaginé nadando en aquel precioso tono azul hasta sentir que ese azul llenaba todos los resquicios de mis pupilas. Solo veía el color azul, no veía nada más. Me pareció que flotaba con aquel color rodeándome y me entregué totalmente, sin resistencia, sin pensar en nada. Ni siquiera recuerdo si en aquellos momentos seguía oyendo su voz…