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La siguiente percepción que tuve es que ya no flotaba en el color azul, sino en el agua, sentía el agua. Me dejé llevar por el agua, me sumergía una y otra vez en ella, me envolvía. Sentí como una especie de mareo, de torbellino líquido que me arrastraba, y noté una paz inmensa. No sentía mi cuerpo, solo sentía el agua, simplemente era agua, era el fondo del océano y era la superficie, era agua, era ola… Me invadió una gran fuerza y un poder que me llenaba, pero que no conseguía dominar. De repente un miedo irracional me sacó bruscamente de aquel océano y me hizo volver a la realidad.

Tardé unos cuantos minutos en superar mi sensación de mareo y en darme cuenta de dónde estaba. Me encontraba aturdida y me resistía a creer lo que me había sucedido y, lo que es peor, seguía teniendo miedo. De nuevo sentí su mano sobre mi hombro, pero no logró que me tranquilizara. Me levanté y me alejé unos pasos de ella.

Había hecho a lo largo de mi vida muchos cursos de distintos tipos de meditación, de control de la mente y cosas similares, y al realizar algunos ejercicios típicos había tenido leves experiencias de vislumbrar otra realidad más allá de nuestros sentidos racionales, pero nunca había experimentado algo tan fuerte y tan impactante.

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