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El ser humano, como animal racional, ha ido adquiriendo también en su evolución las facultades propias a su especie para sobrevivir. Para deambular por este nuestro mundo físico poseemos los sentidos de la vista, el oído, el olfato y el tacto, además de la facultad parlante, que algunos se han tomado demasiado en serio ignorando la sabiduría del silencio. También estamos dotados de un cerebro, cuyo complejísimo funcionamiento estamos estudiando, y de un cuerpecito que dista muchísimo de ser perfecto y que, después de siglos de evolución, nos sigue dando disgustos y al final se le agota la batería. Pero también poseemos algo más, algo intangible, eso que se llama «sexto sentido» o intuición, que está demostrado que existe aunque no sepamos a ciencia cierta cómo o por qué funciona.

Si observamos nuestros sentidos, por ejemplo, tenemos vista y oído, pero tanto nuestra visión como nuestra audición se mueven dentro de una escala. Nuestro espectro audible está formado por las frecuencias que oscilan entre los 20 Hz y los 20 kHz. Por encima de ellas están los ultrasonidos y por debajo, los infrasonidos; ambos, por tanto, fuera de nuestro campo auditivo. Sin embargo, curiosamente, sí parecen estar dentro del campo auditivo de algunos animales. Por ejemplo, es sabido que perros y gatos, entre otros, son capaces de notar un seísmo antes de que este llegue a sentirse por los seres humanos, es decir, por el Homo sapiens, ese ser al que hemos colocado en la cúspide de la evolución. Asimismo, según estudios e investigaciones realizados últimamente en África, se cree que algunos mamíferos como los elefantes se comunican entre ellos por medio de ondas que se transmiten a través del suelo.

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