Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн

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En ese mismísimo instante perdí el desafío. Hasta me dio una especie de taquicardia. Las piernas me temblaban un poco y tuve que hacer un esfuerzo enorme para no colgarme de su cuello y besarla. En lugar de eso, inicié una cobarde retirada, por supuesto haciendo caso omiso a su clara invitación para seguir por aquel camino. La inseguridad y las dudas volvieron a instalarse en mi cerebro. Como pude, conseguí apartarme y dirigirme hacia el grupo, que venía de regreso.

De vuelta a la aldea, Nina no hizo ningún intento de caminar a mi lado, lo que fue de agradecer para que fuese tranquilizándome. Creo que Nina era totalmente consciente de mi vulnerabilidad y no quiso seguir agobiándome con jueguecitos seductores que, tengo que confesar, me asustaban, pero a la vez me encantaban. A pesar del estímulo y de la vitalidad que Nina me transmitía, no quería seguir con aquello. Temía que, si seguía por aquel camino, al final iba a sufrir. Me decía una y otra vez que era imposible que yo pudiese gustarle a Nina. Pensaba más bien que, simplemente, yo era la novedad en la aldea, Nina era una seductora nata, se había percatado de que me gustaba y comenzó su juego sabiendo que dominaba la situación, una situación que a ella le divertía muchísimo y a mí me estaba poniendo de los nervios. Era simplemente eso y yo no quería volver a pasar por una situación afectiva que, al final, volviese a dejar mi mundo emocional patas arriba como en mis dos últimas aventuras amatorias. Así que tomé la decisión de evitar involucrarme en un juego que sabía que iba a perder, con el riesgo que significaba para mi propia autoestima después de lo que me había costado recuperarla.

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