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—Sé paciente —finalizó Lucía mientras me daba otro beso—. Y ahora dinos qué opinas de este lugar.

—¡Es fantástico! ¡Es increíble! —exclamé con entusiasmo—. No podéis imaginaros lo que siento, sobre todo el sobrecogimiento que me produce saber que estoy en el interior de la tierra, en el interior de un acantilado, y que el océano está ahí, al otro lado de las rocas. Me siento un poco como los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra.

—No estamos tan abajo —respondió Amanda riéndose.

—Bien —apremió Lucía—, ¿qué tal si seguimos la conversación dándonos un baño?

Y dicho y hecho. Vi como de la forma más natural se quitó el impermeable, las botas, el resto de la ropa y se quedó completamente desnuda mientras yo la miraba con admiración. Era escultural vestida, pero desnuda… No quería ser indiscreta, pero no era capaz de apartar mis ojos de su cuerpo. Sus pechos eran absolutamente proporcionados y preciosos y, para qué voy a engañarles, sentí un deseo enorme de acariciarlos.

En ese momento oí la risa de Amanda, quien también acababa de desnudarse y se metía en el estanque. Lucía fue detrás y ambas me animaban con sus gestos para que me uniese a ellas. Yo tenía dos opciones, quedarme allí inamovible, como una roca más, lo cual iba a resultar un poco raro, o despojarme de mi timidez, además de mi ropa, y lanzarme al agua con ellas. La primera me parecía una estupidez, pues el baño me apetecía, sobre todo porque tenía las perneras de los pantalones caladas y mis piernas igual. La segunda me daba un «no sé qué», más que nada por una cuestión de estética. A ver, modestia aparte, a pesar de mi edad, me conservo muy bien y reconozco que mi cuerpo no está nada mal, pero eso antes de haber visto el cuerpazo de Lucía. Después de haberlo contemplado, el «no sé qué» iba creciendo, así que hice un esfuerzo y, superando el embarazo de tener que desnudarme ante ellas, me quité la ropa a la velocidad de la luz y con la misma rapidez me zambullí en aquella maravillosa piscina. El agua estaba templada y mi cuerpo lo agradeció. Disfruté del baño a placer. Estar en aquella bañera natural, elevar la vista, contemplar la gruta y saber dónde nos encontrábamos me emocionó por completo.

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