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No recuerdo si me lo advirtieron o no, pero una noche me dejaron en la casa de la tía Ida Rode, “Pochola”, hermana de mamá, casada con Enrique Pidoux. Ellos habían llegado desde la Argentina para enseñar en el Colegio Adventista de Lima. Al día siguiente, papá vino a buscarme para llevarme a la Clínica Americana de Callao, y me explicó que íbamos a ver a mi hermanita que había nacido esa noche.

Recuerdo que la vi en brazos de mamá, que estaba acostada en la cama de una de las habitaciones de la clínica. Ella me dijo: “Esta es tu hermanita y se va a llamar Violeta Argentina”.

Yo tenía cuatro años entonces, y de una cosa estoy seguro: que la quiero mucho más ahora que cuando la vi por primera vez.

Papá viajaba mucho para cumplir sus tareas en Perú, Ecuador y Bolivia. Hacía varios días que no estaba en casa. Mamá supo que el pastor Juan Plenc iba a viajar a Puno, donde se iba a encontrar con papá que volvía de Bolivia, y se le ocurrió una brillante idea: mandarme en tren con el pastor Plenc hasta Puno, para darle a papá la sorpresa de verme allí. Y así lo hicimos.

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