Читать книгу Salvados para servir онлайн
20 страница из 80
Más mudanzas
Luego de estar en Concordia, a papá lo designaron para trabajar en la iglesia de Paraná, y allá fuimos, así que cursé el cuarto grado en la legendaria Escuela del Centenario. Luego estuvimos unos meses en Rosario, Santa Fe, y finalmente nos trasladamos a Reconquista, en la misma provincia.
En ese lugar pasé la mayor parte de mi infancia. ¡Cuatro años sin mudanzas! Atesoro preciosos recuerdos de esa época. Allí hice quinto y sexto grado de la primaria, y primero y segundo del nivel secundario en la Escuela Normal. Siempre con guardapolvo blanco y pantalón corto, hasta el sexto grado, y ya en primer año ¡pantalón largo!
Las clases eran de mañana, de lunes a sábado. Por supuesto, yo faltaba los sábados. Tenía que cruzar la plaza central de Reconquista para llegar a la Escuela Normal, y muchas veces escuchaba a los chicos que desde lejos me gritaban: “¡Sabatista, canilla de tero! ¡Adora la cabeza de chancho!”
Eso no me molestaba; yo sabía que era diferente. Era muy flaquito y mis rodillas sobresalían debajo de los pantalones cortos. Los chicos, con la crueldad propia de la niñez, rotulaban con apodos poco amables a los que mostraban alguna característica diferente al montón. Además, faltaba a clases todos los sábados y alguien les había contado que los “sabatistas” no comíamos carne de cerdo porque “adorábamos la cabeza del animal”.