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Llegamos a Puno ya de noche, y recuerdo la alegría y el abrazo de papá sorprendido de encontrarme. El pastor Plenc tuvo que explicarle que no había sido un “secuestro” sino que la brillante idea había sido de mamá.

Vacaciones y llanto en Tingo, Arequipa

La Unión Incaica tenía una casa para vacaciones en Tingo, un barrio de Arequipa. Allí había árboles grandes, un lindo jardín y una terraza desde donde podía verse, como si estuviera cerca, el maravilloso volcán Misti, con su doble cima cubierta siempre de blanquísima nieve. ¡Qué felices nos sentíamos allí! Hasta que llegó un telegrama desde la Argentina: “Murió de un infarto el abuelo Daniel Rode”.

Yo no leí el telegrama, pero sentí el llanto de mi madre y me conmovió. Daniel Rode e Ida Köhly eran mis queridos abuelos, los únicos que yo conocía. En ese momento vivían en Nogoyá, Entre Ríos. Tenían diez hijos. Siete varones y tres mujeres. Una de ellas era mi mamá.

Como familia, habían conocido el evangelio por un misionero adventista cuando todavía vivían en el campo, en la provincia de Buenos Aires. Solo mi abuelita Ida, sus tres hijas: Elvira (mi madre), Sara y Pochola, y Andresito, el menor de los varones, se convirtieron. ¡Salvados para servir!

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