Читать книгу Salvados para servir онлайн

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Algunos meses después, una inyección intramuscular que le habían puesto a papá, le causó una infección en la nalga derecha. Esa vez llamaron al doctor Itig y él vino a casa. Papá estaba acostado boca abajo en la cama, y el doctor Itig me llamó y me dijo, mostrándome la nalga de mi padre: “Mira, esto está hinchado, colorado, caliente y dolorido. Aquí hay pus”. Entonces le echó un chorrito de un líquido muy frío para anestesiar la zona, clavó su bisturí en el lugar exacto, salió el pus y mi papá se sanó. Esto me hizo reflexionar acerca de mi futuro: “¿Seré predicador o cirujano?” Hasta ese momento había pensado ser predicador, pero ahora la indecisión me llevó a orar todas las noches, arrodillado junto a mi cama, antes de dormir: “Querido Jesús, ¿qué quieres que yo sea, predicador o médico?”

Durante varias noches esa fue mi oración, pero Dios no me contestaba. Así que una noche, cuando terminé mi oración, le dije: “Señor, no me voy a dormir hasta que me contestes”. Pasaron algunos minutos, yo tenía sueño pero me resistía a dormir. Acostado, pensaba: “No me quiero dormir hasta…” Entonces vino a mi mente un pensamiento, casi como una voz clara que me dijo: “Sé médico, eso no te impedirá predicar”. Dios me había contestado. Desde entonces, mi oración fue: “Jesús, Dios mío, ayúdame para que pueda llegar a ser médico y también predicador”.

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