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Estudiante en el Colegio Adventista del Plata

Ya tenía dieciséis años, había terminado en Reconquista el segundo año del secundario, y mis padres decidieron que ya era bastante grande como para salir de casa e ir al Colegio Adventista del Plata, en Puiggari, para continuar allí mi bachillerato. Así que en marzo de 1944 me mandaron a Puiggari.

Era entonces director del colegio el Dr. Fernando Chaij, y preceptor de varones el Prof. David Rhys.

Yo me sentía suelto como un pajarito, ya no estaban mis padres despertándome, llamándome a desayunar y diciéndome: “Ya es hora de ir a clases”, etc., etc. A las 6 de la mañana sonaba la campana, y después la campanita. Tenía que llegar al comedor a tiempo, de lo contrario me quedaba con hambre. Del comedor iba a formar fila para entrar a clases. Todo estaba muy bien organizado.

El preceptor me designó un excelente compañero de pieza: Isidoro Gerometta, un joven responsable, cuidadoso y cinco años mayor que yo. Mi entusiasmo por el estudio era grande. Ya tenía un ideal en mente: predominaba en mí la idea de ser médico. Otros muchachos miraban a las chicas. A mí no me interesaban. Y les dije a mis amigos: “Yo no vengo a mirar a las chicas. Yo vengo ¡a estudiar!”

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