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Unas pocas semanas después llovió a cántaros durante todo el día. Por la noche, el cielo se limpió, salió la luna y desde el Hogar de Varones se oía el ruido, semejante a una catarata, que venía del Salto de Lust, en el arroyo Paraíso. Y se nos ocurrió, a los mismos cuatro atorrantes, otra idea “genial”.
–¡Qué lindo sería ir a ver la catarata en el arroyo Paraíso!
–Y bueno… Vamos.
Esperamos que se apagaran las luces del Hogar a las 22, y para hacer más emocionante nuestra escapada, atamos una sábana a la cama cerca de la ventana, y por allí nos descolgamos. Caminando a la luz de la luna, hacia el arroyo, habremos hecho unos 150 m, y a uno de los muchachos se le ocurrió gritar: “¡Viva la libertad! ¡Viva! ¡Somos los estudiantes, somos!”
Nuestro preceptor, David Rhys, oyó los gritos, y de inmediato fue a ver si estaban en sus piezas los cuatro sospechosos… Y no estábamos…
Llegamos con aire de triunfadores al Salto de Lust. Era hermoso ver la catarata iluminada por la luz de la luna. Tiramos algunas piedras al agua, disfrutamos de las ondas y el característico sonido, y volvimos sigilosamente.