Читать книгу Salvados para servir онлайн

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Al pasar frente a una casa que estaba cerca del camino, dos hombres sentados a la entrada nos saludaron con un cálido: “Buenas noches”. No los reconocimos porque estaba oscuro y varios metros nos separaban de ellos, pero respondimos el saludo y continuamos el camino de retorno.

Después de caminar viarias cuadras, miramos hacia atrás y vimos que los dos hombres nos seguían. Al llegar a una esquina, uno de ellos dobló para ir a su casa: ¡era el vicerrector del colegio, el Pr. Víctor Ampuero! El otro que nos seguía se fue acercando, y cuando llegábamos a la puerta del Hogar, nos alcanzó: ¡era el preceptor, David Rhys! En un tono muy natural nos dijo: “Mañana pueden dormir tranquilos, porque no van a ir a clases. Están suspendidos hasta que la Comisión de Disciplina decida qué vamos a hacer con ustedes”.

Por la mañana nos informaron que mientras no fuéramos a clases teníamos que ir a trabajar a la quinta, así que los cuatro pasamos el día carpiendo la tierra con la azada en una plantación de repollos.

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