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A la mañana siguiente, me avisaron que debía presentarme en la oficina del director, el Dr. Fernando Chaij. Entré, me hizo tomar asiento frente a su escritorio, y me dijo: “Pedro, quiero que sepas que tu permanencia en el colegio se ha cortado, o pende de un hilo”.

Es posible que esas lágrimas hayan influido en la decisión de la Comisión de Disciplina. Su veredicto fue: 24 amonestaciones. Hasta hoy agradezco a Dios por esa misericordia. No fueron 25. No fue la expulsión, pero sí una severa advertencia. Ahora había que ¡portarse bien! Cuán cierto es lo que escribió Salomón: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” (Prov. 22:15). La necedad estaba, pero la vara hizo su efecto, ¡gracias a Dios!

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−Bueno, Pedro, recuerda que Jesús después de su bautismo fue tentado por el diablo –me dijo el profesor.

−Sí, pastor, pero yo quiero ser bautizado -fue mi respuesta.

Antes que terminara el año se organizó un bautismo, y se realizó en el único bautisterio que había entonces en Puiggari: el famoso Salto de Lust, en el arroyo Paraíso, allí fui bautizado por inmersión, como enseña la Biblia. ¡Salvado para servir!

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