Читать книгу Salvados para servir онлайн
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Pero hacía un año que no la veía a Jenny, así que con el permiso de mis padres decidí ir, por supuesto en bicicleta, a visitar a mi amada novia a Grutly, a cincuenta kilómetros de Rafaela. Ahora me faltaba averiguar cómo hacer para llegar hasta allí. La hermana Amelia Zanatta tenía una hija casada en Grutly, Chichi Zanatta de Herbez, que conocía muy bien el camino y me dio las instrucciones precisas para que pudiera llegar a la casa de don Juan Pidoux y su esposa Eloísa Benítez, donde Jenny estaba gozando de las vacaciones de verano mientras ayudaba a su padre a ordeñar vacas en el tambo, y a su madre a sacar crema de la leche haciendo girar la manija de la desnatadora.
Yo no estaba entrenado para pedalear cincuenta kilómetros sin hacer algún descanso para reponer las fuerzas, así que tuve que parar varias veces, pero ya sabía cómo hacer: primero, llegar hasta Nuevo Torino, allí girar hacia el norte, hacia Felicia, hasta la plaza; de allí girar hacia el este, hasta cruzar El Bajo; entonces, de nuevo hacia el este, hasta llegar a una casa del lado derecho del camino con dos arbolitos al frente. ¡Allí era! ¡Y llegué!