Читать книгу Salvados para servir онлайн
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Una vez me vino a acompañar por unos días Leonardo Gerometta, un colportor de experiencia que había sido asignado para orientar a los estudiantes colportores durante ese verano. Así que, también en bicicleta, fuimos a mayores distancias. Recuerdo que un día visitamos un campo donde estaban cosechando, y por la noche tuvimos que quedarnos allí, durmiendo al aire libre, acostados sobre unas bolsas que todavía estaban vacías. El tiempo amenazaba con lluvia, pero gracias a Dios, no llovió.
Mi entrenamiento como ciclista fue bueno. Algunos viernes iba a Grutly para visitar a mi Jenny. Era muy bien recibido en su hogar. Al final del verano ya no tenía que dejar de pedalear ni un instante mientras recorría los cincuenta kilómetros entre Rafaela y Grutly, pero Jenny recuerda que en el abrazo de bienvenida, sentía latir con fuerza mi corazón. Recuerdo que juntos mirábamos las nubes para ver si había algún pronóstico de lluvia para el día siguiente, así podría quedarme un día más con ella. Alguna vez tuvimos ese privilegio.