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Varias noches después hice lo mismo, y el mensaje que recibí fue: “¡Sé esforzado y valiente!” Entusiasmado con las respuestas maravillosas, quise escuchar de nuevo, y después del amén, volví a quedarme atento, y lo que llenó mi mente fue la orden “¡Sé como Jesús!” Allí estaba todo, no necesitaba más.
¡Qué experiencia maravillosa fue esa, al terminar el secundario en mi querido Colegio Adventista del Plata! Gracias a ella comencé a ver las cosas de otra manera: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).
CAPÍTULO 7
Estudiante universitario, pero muy pobre
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Sal. 37:5).
¿Adónde me mandarían mis padres a estudiar Medicina y tener la tranquilidad de que yo viviera en un hogar cristiano? Les surgió la mejor idea: la familia Basanta. Habían sido compañeros en el colegio adventista y vivían en La Plata, Buenos Aires. Hicieron los contactos, y quedó todo arreglado. Por ochenta pesos mensuales me darían pensión completa. Y eso, en realidad, era todo lo que mis padres podían mandar.