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-¿Así que van a estudiar Medicina? Si quieren les adelanto la morgue.

Aceptamos la invitación y lo seguimos. Entramos en la morgue. Había cadáveres embalsamados en formol en diversas mesas metálicas. Era parte de la cátedra de Anatomía. No dijimos nada, y salimos de allí lo más rápido posible procurando no darle al ordenanza la impresión de estar asustados, pero esa era la realidad.

Nos dieron los reglamentos del ingreso y los exámenes. Los leí con muchísima atención. Al terminar el mes de clases preparatorias había una semana de exámenes. Un párrafo decía: “Si un alumno aprueba todas las materias menos una, se le dará la oportunidad de rendirla un mes después”.

Comenzaron las clases, había que tomar apuntes y sacar libros de la biblioteca, ¡y había que estudiar! En la casa de la familia Basanta, mi cama estaba detrás de una cortina, en el salón de la sastrería, así que para estudiar yo me sentaba en un banquito en el pasillo de entrada porque allí había más luz.

Terminó el curso y llegó la semana de exámenes. Cada mañana rendíamos un examen, y por la tarde ya teníamos la nota. Pero también había un examen el sábado de mañana. Era el último: Botánica.

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